Un lunes 24 de marzo de 1980, muere asesinado por órdenes de Roberto d'Aubuisson, fundador del Partido derechista salvadoreño ARENA (actualmente en el Poder), Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Hoy se cumplen 28 años de su asesinato.
Existe la tendencia a olvidar que el partido ARENA y los paramilitares que armó en contra de las luchas populares, recibieron entrenamiento del Imperio.
Los culpables del asesinato de Monseñor Romero fueron favorecidos por la Impunidad de los tribunales de El Salvador. En 2004, una Corte de EEUU declaró civilmente responsable del crimen al capitán Saravia y lo obligó de pagar una indemnización a la familia de Monseñor Romero. Juzguen ustedes si pagar una indemnización es Justicia.
¿No hubiese sido mejor que la Comunidad Internacional se pronunciase a favor del enjuiciamiento de los responsables de todos los crímenes cometidos por paramilitares en El Salvador? Es decir, señalar el horror de las Leyes de Amnistía. Sería menos hipócrita que juzgar de manera extraterritorial y poner penas que no resultan suficientes, por débiles.
El día anterior a su asesinato, Monseñor Romero, ardiente defensor de la causa de los pobres, de los oprimidos, de los humildes campesinos salvadoreños, victimas de los escuadrones de la muerte comandado por la Derecha salvadoreña, había dicho su última homilia, llamada "la homilia de fuego". En ella, Monseñor Romero señaló:
"Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión."
JUSTICIA Y PAZ.
Descanse en Paz, San Romero de América:
Los Pueblos de América Latina serán libres de la opresión, interna y externa, conocerán la Igualdad y vivirán fraternalmente. Tu trabajo no se perderá en el olvido.
Un homenaje sentido:
El Padre Antonio Texeira vino de España, buscando nuevas
promesas en ésta tierra. Llegó a la selva sin la esperanza de ser
Obispo, y entre el calor y entre los mosquitos habló de Cristo.
El padre no funcionaba en el Vaticano, ente papeles y sueños
de aire acondicionado; y fue a un pueblito, en medio e' la nada
a dar su sermón, cada semana, pa' los que busquen la salvación.
El niño Andrés Eloy Pérez tiene 10 años. Estudia en la elementaria
"Simón Bolívar". Todavía no sabe decir el Credo correctamente;
le gusta el río, jugar al fútbol y estar ausente. Le han dado el puesto
en la Iglesia de monaguillo a ver si la conexión compone al chiquillo;
y su familia está muy orgullosa, porque a su vez piensan que
con Dios conectando a uno, conecta a diez. Suena la campana,
un, dos, tres, del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.
El Padre condena la violencia. Sabe por experiencia que no es
la solución. Les habla de amor y de justicia, de Dios va la noticia
vibrando en su sermón; pero suenan las campanas, un, dos, tres,
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.
Al Padre lo halló la guerra un Domingo de misa, dando la Comunión
en manga de camisa. En medio de un Padre Nuestro entró el Matador
y sin confesar su culpa le disparó. Antonio cayo, ostia en mano
y sin saber por qué Andrés se murío a su lado sin conocer a Pelé;
y entre el grito y la sorpresa, agonizando otra vez estaba el Cristo
de palo pegado a la pared. Y nunca se supo el criminal quién fue
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés. Doblan las campanas,
un, dos, tres, del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.
promesas en ésta tierra. Llegó a la selva sin la esperanza de ser
Obispo, y entre el calor y entre los mosquitos habló de Cristo.
El padre no funcionaba en el Vaticano, ente papeles y sueños
de aire acondicionado; y fue a un pueblito, en medio e' la nada
a dar su sermón, cada semana, pa' los que busquen la salvación.
El niño Andrés Eloy Pérez tiene 10 años. Estudia en la elementaria
"Simón Bolívar". Todavía no sabe decir el Credo correctamente;
le gusta el río, jugar al fútbol y estar ausente. Le han dado el puesto
en la Iglesia de monaguillo a ver si la conexión compone al chiquillo;
y su familia está muy orgullosa, porque a su vez piensan que
con Dios conectando a uno, conecta a diez. Suena la campana,
un, dos, tres, del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.
El Padre condena la violencia. Sabe por experiencia que no es
la solución. Les habla de amor y de justicia, de Dios va la noticia
vibrando en su sermón; pero suenan las campanas, un, dos, tres,
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.
Al Padre lo halló la guerra un Domingo de misa, dando la Comunión
en manga de camisa. En medio de un Padre Nuestro entró el Matador
y sin confesar su culpa le disparó. Antonio cayo, ostia en mano
y sin saber por qué Andrés se murío a su lado sin conocer a Pelé;
y entre el grito y la sorpresa, agonizando otra vez estaba el Cristo
de palo pegado a la pared. Y nunca se supo el criminal quién fue
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés. Doblan las campanas,
un, dos, tres, del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.
Matan a la gente pero no matan las Ideas...
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