Por Rosa Montero.
"Hay gente que le llama Amor a cualquier cosa.
Por ejemplo, a la necesidad patologica del Otro, al parasitismo mas feroz y destructivo.
Sin duda, el escritor Juan Ramon Jimenez, Premio Nobel de 1956, necesitaba a su esposa Zenobia Camprubi de un modo abrumador e indescriptible; pero esto no significa necesariamente que la quisiera bien (o incluso que la quisiera: ¿era capaz de querer a alguien un personaje tan monstruosamente egocentrico?). Sin embargo, algunos de los estudiosos juanramonianos se empeñaron en construir durante años un espejismo del amor conyugal, la irisada mentira de la pareja perfecta. Y asi, durante decadas, se escribio abundantemente sobre el "ejemplar matrimonio" y sobre "la relacion tan hermosa que tuvieron".
Hasta que en 1991, Graciela Palau de Nemes edito y publico la primera parte del Diario de Zenobia.
Curiosamente, la profesora Palau intenta salvar en su prologo lo insalvable: la leyenda rosa de la historia de amor. Tal vez no se daba cuenta que el material que estaba desenterrando era una bomba: un libro desolador y terrorifico, un minucioso e involuntario estudio sobre la patologia humana. La pareja como destruccion, la pareja como trampa perfecta.
Pero, para empezar por el principio, digamos que Zenobia nacio en la Costa Brava en 1887. Era hija de una puertorriqueña rica y de un ingeniero de caminos catalan: una niña, en fin, de muy buena familia.
El ingles era su lengua materna (tambien sabia frances) y durante su adolescencia paso varios años en los Estados Unidos, de modo que cuando regreso definitivamente a España en 1909 la llamaban la Americanita porque no parecia del terruño.
Y no lo parecia porque era culta, activa, desenvuelta, moderna. Creia en Dios de una manera muy libre y participaba de ese espiritu de servicio a los demas tan tipico de la epoca, una especie de caridad ilustrada de clase alta (recordemos que las desigualdades sociales eran por entonces enormes) que en su vertiente mas sustancial, responsable y lucida habia creado el Instituto Libre de Enseñanza. De modo que, al volver a España, organizo una escuela para niños campesinos y colaboro con diversas sociedades beneficas.
Zenobia recibia unas pequeñas rentas de la herencia materna que ella completaba con diversos trabajos. En el exilio fue profesora de Lengua y Literatura, primero en una Universidad cercana a Washington, luego en la de Puerto Rico. Antes de la guerra tenia una tienda de artesanias en Madrid y amueblaba con primor apartamentos de alquiler para extranjeros. De las rentas y los empleos de Zenobia vivio fundamentalmente el matrimonio durante los cuarenta años que estuvieron juntos: los ingresos de Juan Ramon eran escasos e intermitentes. En su diario, Zenobia se lamenta repetidamente con amargura de la incapacidad manifiesta de su marido para ganar dinero: atrevesaron muchos apuros economicos. Pero dentro del naufragio general de la relacion y otras perfidias cotidianas, esta inutilidad de Juan Ramon para lo practico resulta menor, incluso simpatica.
El era, ya se sabe, un enfermo. La primera vez que piso un centro psiquiatrico (un manicomio, lo llamaban entonces) fue a los diecinueve años, despues que su padre falleciera subitamente mientras dormia y de que el mismo fuera sacado del sueño a sacudidas para darle la horrible noticia. No pudo superarlo: "la muerte repentina de mi padre se copio en mi alma y cuerpo, como en un espejo; o mejor, en una placa fotografica. Me hirio, como una realidad a la placa, la muerte de mi padre. Y con la muerte grabada en mi, sentia morirme a cada instante". Era hipocondriaco y en sus peores momentos creia estar agonizando: no comia, no se lavaba, no hacia planes para el dia siguiente porque pensaba que ya habria fallecido. Estaba lleno de manias: acumular cantidades ingentes de periódicos y recortes que luego era incapaz de tirar. por ejemplo, o cerrar las ventanas hermeticamente porque no soportaba las corrientes de aire.
Sin duda sufrio mucho: de eso se hacen eco, compasiva y liturgicamente, todos sus estudiosos. Pero se me ocurre que hay locos y locos; hay enfermos dignos y conmovedores, que solo se dañan a si mismos, y enfermos malignos que sobreviven a costa de destruir a los demas. Dice Rilke que todos morimos de nuestra propia muerte, y de la misma manera, creo que todos enloquecemos de nuestra propia locura. Aunque en ocasiones era capaz de gestos magnanimos, Juan Ramon era, eso dicen, de un egoismo descomunal; un misantropo reseco y amargado, un hombre a menudo cruel y mezquino. Tenia muchos enemigos (Bergamin, Alberti, Guillen, Neruda, Salinas) porque hablaba mal de casi todo el mundo. Solo parecia manifestar ternura con los animales y los niños: y eso, me sospecho, porque veia reflejada su propia niñez en ellos. Esto es, se diria, que le era muy dificil contemplar otra cosa que no fuera a si mismo. Luis Cernuda escribio que en Juan Ramon se daba el caso mas claro de doble personalidad que el habia visto, un caso de Doctor Jeckill y Mister Hyde; y que, como Mister Hyde, era "una criatura ruin".
La defensa de Juan Ramon contra su enfermedad, contra la angustia constante del morir y la nada siniestra del no ser, era su trabajo: una produccion literaria obsesiva que cambiaba y reordenaba una y otra vez en su aspiracion por conseguir algo imposible, la Obra Completa y Perfecta que lo rescatara de lo fugitivo. Juan Ramon combatia el vertigo existencial con sus actos: una respuesta tradicionalmente masculina. Zenobia lo hizo destruyendo su yo, diluyendo su personalidad en la de su hombre: una respuesta tradicionalmente femenina.
Por ejemplo, a la necesidad patologica del Otro, al parasitismo mas feroz y destructivo.
Sin duda, el escritor Juan Ramon Jimenez, Premio Nobel de 1956, necesitaba a su esposa Zenobia Camprubi de un modo abrumador e indescriptible; pero esto no significa necesariamente que la quisiera bien (o incluso que la quisiera: ¿era capaz de querer a alguien un personaje tan monstruosamente egocentrico?). Sin embargo, algunos de los estudiosos juanramonianos se empeñaron en construir durante años un espejismo del amor conyugal, la irisada mentira de la pareja perfecta. Y asi, durante decadas, se escribio abundantemente sobre el "ejemplar matrimonio" y sobre "la relacion tan hermosa que tuvieron".
Hasta que en 1991, Graciela Palau de Nemes edito y publico la primera parte del Diario de Zenobia.
Curiosamente, la profesora Palau intenta salvar en su prologo lo insalvable: la leyenda rosa de la historia de amor. Tal vez no se daba cuenta que el material que estaba desenterrando era una bomba: un libro desolador y terrorifico, un minucioso e involuntario estudio sobre la patologia humana. La pareja como destruccion, la pareja como trampa perfecta.
Pero, para empezar por el principio, digamos que Zenobia nacio en la Costa Brava en 1887. Era hija de una puertorriqueña rica y de un ingeniero de caminos catalan: una niña, en fin, de muy buena familia.
El ingles era su lengua materna (tambien sabia frances) y durante su adolescencia paso varios años en los Estados Unidos, de modo que cuando regreso definitivamente a España en 1909 la llamaban la Americanita porque no parecia del terruño.
Y no lo parecia porque era culta, activa, desenvuelta, moderna. Creia en Dios de una manera muy libre y participaba de ese espiritu de servicio a los demas tan tipico de la epoca, una especie de caridad ilustrada de clase alta (recordemos que las desigualdades sociales eran por entonces enormes) que en su vertiente mas sustancial, responsable y lucida habia creado el Instituto Libre de Enseñanza. De modo que, al volver a España, organizo una escuela para niños campesinos y colaboro con diversas sociedades beneficas.
Zenobia recibia unas pequeñas rentas de la herencia materna que ella completaba con diversos trabajos. En el exilio fue profesora de Lengua y Literatura, primero en una Universidad cercana a Washington, luego en la de Puerto Rico. Antes de la guerra tenia una tienda de artesanias en Madrid y amueblaba con primor apartamentos de alquiler para extranjeros. De las rentas y los empleos de Zenobia vivio fundamentalmente el matrimonio durante los cuarenta años que estuvieron juntos: los ingresos de Juan Ramon eran escasos e intermitentes. En su diario, Zenobia se lamenta repetidamente con amargura de la incapacidad manifiesta de su marido para ganar dinero: atrevesaron muchos apuros economicos. Pero dentro del naufragio general de la relacion y otras perfidias cotidianas, esta inutilidad de Juan Ramon para lo practico resulta menor, incluso simpatica.
El era, ya se sabe, un enfermo. La primera vez que piso un centro psiquiatrico (un manicomio, lo llamaban entonces) fue a los diecinueve años, despues que su padre falleciera subitamente mientras dormia y de que el mismo fuera sacado del sueño a sacudidas para darle la horrible noticia. No pudo superarlo: "la muerte repentina de mi padre se copio en mi alma y cuerpo, como en un espejo; o mejor, en una placa fotografica. Me hirio, como una realidad a la placa, la muerte de mi padre. Y con la muerte grabada en mi, sentia morirme a cada instante". Era hipocondriaco y en sus peores momentos creia estar agonizando: no comia, no se lavaba, no hacia planes para el dia siguiente porque pensaba que ya habria fallecido. Estaba lleno de manias: acumular cantidades ingentes de periódicos y recortes que luego era incapaz de tirar. por ejemplo, o cerrar las ventanas hermeticamente porque no soportaba las corrientes de aire.
Sin duda sufrio mucho: de eso se hacen eco, compasiva y liturgicamente, todos sus estudiosos. Pero se me ocurre que hay locos y locos; hay enfermos dignos y conmovedores, que solo se dañan a si mismos, y enfermos malignos que sobreviven a costa de destruir a los demas. Dice Rilke que todos morimos de nuestra propia muerte, y de la misma manera, creo que todos enloquecemos de nuestra propia locura. Aunque en ocasiones era capaz de gestos magnanimos, Juan Ramon era, eso dicen, de un egoismo descomunal; un misantropo reseco y amargado, un hombre a menudo cruel y mezquino. Tenia muchos enemigos (Bergamin, Alberti, Guillen, Neruda, Salinas) porque hablaba mal de casi todo el mundo. Solo parecia manifestar ternura con los animales y los niños: y eso, me sospecho, porque veia reflejada su propia niñez en ellos. Esto es, se diria, que le era muy dificil contemplar otra cosa que no fuera a si mismo. Luis Cernuda escribio que en Juan Ramon se daba el caso mas claro de doble personalidad que el habia visto, un caso de Doctor Jeckill y Mister Hyde; y que, como Mister Hyde, era "una criatura ruin".
La defensa de Juan Ramon contra su enfermedad, contra la angustia constante del morir y la nada siniestra del no ser, era su trabajo: una produccion literaria obsesiva que cambiaba y reordenaba una y otra vez en su aspiracion por conseguir algo imposible, la Obra Completa y Perfecta que lo rescatara de lo fugitivo. Juan Ramon combatia el vertigo existencial con sus actos: una respuesta tradicionalmente masculina. Zenobia lo hizo destruyendo su yo, diluyendo su personalidad en la de su hombre: una respuesta tradicionalmente femenina.
1 comentario:
De la lectura de los Diarios no se desprende nada de lo que usted dice ¿ Los has leído usted íntegramente?. Si lee sus epistolarios y, sobre todo, conoce a los personajes y se lee toda su manuscritos, como otras personas y yo hemos hecho, además de hablar con personas que los conocieron, nunca se podría decir lo que usted y Rosa Montero mantienen. Esa falsa imagen de Zenobia y, sobre todo, su relación entre ellos, llena de amor por ambas partes. Da gusto leer las cartas que se escribía, después de casi 40 años de casados. Zenobia era una mujer encantadora, pero con muchísimo carácter, jamás se habría dejado dominar ni esclavizar por nadie.Siempre luchó por los derechos de la mujer y por su independencia de los hombres. Gracias a su labor junto con la de otras de esa época, las mujeres hoy tenemos un puesto en la sociedad, pues luchó como nadie para que la mujer trabajara, estudiara en el extranjero, tuviera voz y voto , fue una de las primeras mujeres que tuvo carnet de conducir en España. Además, se enfrentó a toda su familia, en aquella época, para casarse con el hombre que amaba y todos sus pensamientos hasta el instante último de su muerte fueron para él, porque lo amaba por encima de todas las cosas. La made de Zenobia, adoraba a su hija y, aunque se opuso a esta relación con toda su fuerza, al final acabó fascinada por el poeta,vivió con ellos y lo quisó muchísimo, Zenobia se quejaba que incluso más que aella, y murió en los brazos de él. Se lo dice una persona cuyo padre pasó con ella los últimos meses y muchos momentos de sus vidas. Puede usted hablar a personas que la conocieron y conocen perfectamente, como la Dra. Palau de Nemes, la Prof. Emilia Cortés. Si Zenobia levantara la cabeza se moriría al ver el pobre y falso papel que le dan algunos. Carmen Hernández-PInzón
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