martes, 20 de marzo de 2007

"El gran dictador


Reírse del tirano

Los círculos más reaccionarios de EEUU intentaron impedir que Chaplin rodara El gran dictador. Se sentían reflejados en sus deseos más íntimos... sabían que alguna vez serviría para denunciarlos a ellos

En plena guerra mundial, Hollywood produjo numerosas películas utilizadas como arma contra los nazis. Pero El gran dictador era algo más... algo demasiado peligroso para Hollywood. En 1938, cuando las «democracias occidentales» apoyaron tácitamente a Franco para evitar una España roja, mientras todos los países imperialistas claudicaban ante el nazismo, en el momento en que los altos círculos norteamericanos matenían una fluida relación con Hitler... Chaplin se une a la denuncia del fascismo que encabezaban casi en solitario las fuerzas comunistas.

Entonces no fue una tarea fácil. Como explica el mismo Chaplin: «cuando estaba a mitad del rodaje empecé a recibir alarmantes recados de la United Artists. Les habían advertido por mediación de la Hays Office que tendría roces con la censura. También la oficina de Londres estaba muy preocupada con respecto a una película antihitleriana y dudaba que pudiera ser proyectada en Inglaterra. Pero yo estaba decidido a continuar, pues había que reirse de Hitler (...).

Chaplin tuvo que acabar de financiar la película él mismo ante el boicot y las presiones de la gran industria, que no la consideraban «conveniente para la política exterior de EEUU».

Una vez terminada, fue prohibida en varios estados norteamericanos, así como en la práctica totalidad de Europa. ¿Qué tenía El gran dictador para que, no ya el nazismo sino los círculos de poder estadounidenses, la atacaran de este modo? El cineasta soviético S. M. Eisenstein responde afirmando que «con esta obra, Chaplin se sitúa entre los grandes maestros de la eterna lucha de la Sátira contra las Tinieblas, al lado de Aristófanes de Atenas, de Erasmo de Rotterdam, de Francois Ravelais, con Jonathan Swift de Dublin, con Voltaire».

Chaplin denuncia las intenciones monstruosas del fascismo, pero convencido de que «había que reírse de Hitler». Frente al miedo cerval y paralizante con que cualquier fascismo pretende impregnar la sociedad, Chaplin responde con una sencilla receta: denunciar, y reirse del tirano, emplear la sátira de la vida frente a las tinieblas de la muerte. Secuencias antológicas como la de los discursos del dictador Hinkel (delirante parodia de toda la parafernalia nazi) o el juego con la bola del mundo (donde Chaplin denuncia los intereses imperiales que alientan el totalitarismo), se convierten en armas poderosas. Ridiculizando al tirano se le baja del pedestal de omnipotencia donde pretende instalarse, aparece junto a la denuncia de la amenaza, también su carácter de demencia transitoria, inevitablemente condenada a su extinción.

Chaplin se atreve a denunciar al tirano, alertar sobre sus propósitos. Por eso El gran dictador ha sido capaz de sobrevivir a la denuncia concreta y se ha convertido en un alegato contra cualquier tipo de amenaza totalitaria. No es posible verla pensando plácidamente en el pasado. Al ver a Hinkel rodear con sus manos el mundo, no podemos dejar de pensar en los que hoy pretenden lo mismo. Al contemplar la arrogante amenaza a la libertad nos hace pensar en los que hoy quieren recluir en Guantánamos a todos los que no se pliegan a sus planes. Al ridiculizar la obsesiva pretensión nazi de erigir el mayor ejército del mundo, se nos clavan los ojos en los que ahora han elevado la fuerza militar a única regla internacional.

Demasiado libre para Washington, que acabó por expulsar del país a Chaplin durante la caza de brujas. Los círculos más reaccionarios de EEUU sabían lo que hacían cuando intentaron impedir que Chaplin rodara El Gran Dictador. Se sentían reflejados en sus deseos más íntimos... sabían que alguna vez serviría para denunciarlos a ellos".

Tomado de:

http://www.uce.es/DEVERDAD/ARCHIVO_2003/01_03/DV01_03_29grandictador.html

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